Un viaje a la felicidad - Prólogo


Diálogo con la belleza

En un viaje de Passau a Munich (Alemania 2009) cayó en mis manos La tierra es feliz con todo lo que hay de Andrea Martínez. Me atrapó de tal manera que lo leí de un tirón. A medida que avanzaba en su lectura me sorprendieron especialmente dos cosas: la profundidad con que la pequeña escritora manifiesta realidades humanas que otros autores han logrado expresar en la madurez de su obra y el espíritu de alegría que recorre cada una de sus páginas.

Así surgió la posibilidad de prologar este segundo libro de cuentos y poesías Un viaje a la felicidad. El texto que el lector tiene ahora en sus manos no necesita de mucha introducción: posee capacidad de atrapar sin tanto preámbulo. Estas palabras previas pretenden ser pues un simple trampolín que facilite zambullirse en el texto o, mejor aún, unas botas de las siete leguas para recorrerlo con fruición.

Al igual que en La tierra es feliz con todo lo que hay (2008), en Un viaje a la felicidad la autora ofrece textos compuestos a partir de los seis años añadiendo, en esta ocasión, los producidos a los nueve. A medida que nuestra escritora crece se aprecia una maduración en la expresión literaria alcanzando, por momentos, formas logradas.

Un viaje a la felicidad es una manera de recorrer la cotidianeidad con sencillez e inocencia. Se entra en un mundo lleno de bondad donde florece con facilidad la belleza. Un verdadero viaje que, en forma de ensayo, es tratado con mucha lucidez por Leopoldo Marechal en Descenso y ascenso del alma por la belleza.

En El granjero con mala suerte se narra la fantástica historia de un granjero que muere y llega al cielo, que es imaginado como el “lugar en el cual nadie te puede lastimar, no hay odio ni dolor”. Allí se encuentra con “una persona que parecía una bella luz que iluminaba nuestros caminos”. “¿Quién eres?”, pregunta el granjero. “Yo soy Dios, tu protector y tu más fiel amigo”. Dios le encomienda al granjero la misión de ir a buscar agua a un pozo. Por accidente cae en él y allí “conoció la peor pesadilla de todo hombre, mujer o niño: conoció a Satanás”, que lo invita a pelear. En esta lucha el granjero va perdiendo hasta que se acuerda que “Satanás es alérgico a lo bello” y comienza a atacarlo y vencerlo lanzándole maíz, “pues era lindo.” La forma de ganarle es precisamente mostrándole algo hermoso. De una manera ingenua pero profunda Andrea enseña que la belleza es vía que permite elevar el alma al encuentro con Dios, vencer todo lo que pueda ser malo o nocivo, y encontrar ya aquí la felicidad.

Un viaje a la felicidad es un camino que la autora recorre a partir del vínculo de amistad que establece con todo lo que la rodea. Es su modo natural de relacionarse que genera el diálogo con el otro.

Los animales pueblan cuentos y poesías como protagonistas de historias y testigos de la vida de los hombres. Allí están los pajaritos, el águila, los gusanitos, los perros, los gatos, el elefante, las gallinas, los burritos, el león, las arañas, las mariposas. El mundo de los animales está asociado con la libertad, único modo en que éstos pueden desplegar todo su amor y belleza. En la poesía La libertad, Andrea nos confía: “cada vez que veo un animalito siento que necesita volar, arrastrarse o caminar libremente por la vida”. Otros elementos de la naturaleza acompañan y alegran a los personajes. La luna, el sol que siempre sonríe, el viento, las nubes, el agua, la tierra, están presentes en este mundo conviviendo en armonía. En Mi luna leemos:

Sin ti, luna,
la noche sería negra y fría,
la naturaleza no tendría otra luz
además del sol que alegra el día.

Eres tan bella aunque seas una roca
pues lo más importante
es la luz que nos das.

Pero no siempre todo es amistad y concordia. Es el caso de la historia de El arbolito chueco. Se trata de un cuento de árboles. El más pequeño vivía bajo el techo de una casita y al crecer, creció torcido. Su vecino más cercano, orgulloso de ser recto, le hacía bromas que lo ofendían. Un día quitaron el techo y el arbolito pequeño pudo enderezarse y crecer bien, mientras que el otro, su vecino, comenzó a torcerse y todos comenzaron a burlarse de él.

Entonces un niño que era amigo del arbolito que estaba chueco le dijo:

—Ahora vas a ver lo que se siente que se burlen de ti.

Todos se empezaron a reír de él.

—Yo lamento haber sido muy duro, prometo que jamás me volveré a burlar de otros.

Luego el arbolito se disculpó con el arbolito que ahora es recto y fueron amigos. (...) Todos supieron una historia triste pero que luego terminó con una buena amistad.

Aquí la historia se resuelve por la vía de la rectificación.

En el mundo de fantasías compartidas, que esto es el libro que el lector tiene entre sus manos, hasta los juguetes cobran vida, como es el caso de Vivo y Coneji, en Quiero yo a mis muñecos vivientes. Esta forma de mirar y admirar todo lo que la rodea encuentra su raíz y su fuente en el ambiente familiar. Allí se respira confianza, ternura y lazos fuertes de amor. Basta repasar algunos títulos de relatos y poesías para comprobar esta verdad: Mi papá es mi mejor amigo; Mamita, tú eres lo mejor de mi corazón; Una gran sorpresa para mis abuelitos; Hoy fui a la biblioteca.

Andrea Martínez tiene el don de acercarse a los temas humanos con destacada sencillez, cualidad que otorga a sus escritos una gran profundidad. La poesía Recuerda tu infancia trae al pensamiento El principito de Antoine de Saint-Exupéry. Al igual que en el libro del escritor francés, la infancia es vista como sabiduría, como tiempo que guarda tesoros de bondad y belleza, cuando aún no se percibe la maldad:

Olvida los malos tiempos
que has pasado en la vida,
regresa a tu infancia y ve a Dios,
Él te explicará qué es el amor.

Hace tiempo William Shakespeare supo expresar certeramente que estamos hechos de la tela de nuestros sueños. Esta es una característica sobresaliente de Un viaje a la felicidad: despertar esa capacidad de soñar despiertos nuevos mundos más habitables, donde el amor y la belleza se puedan expresar mejor.

Cristina Viñuela
Universidad Nacional de Cuyo, Argentina

 

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