Descubrí una ciudad



—Mamá, mamá, ¿cómo murió la ciudad llamada Pompeya que leí en un libro muy divertido?

—Pues desapareció por un volcán que provocó un terremoto, y como el volcán echaba mucha ceniza, todos se convirtieron en roca. La ciudad se quedó atrapada, pero unos arqueólogos descubrieron todo muchos años después. Esa ciudad era la más rica de todas, la más linda, era tan rica que no querían gastar su dinero sólo en comida y cosas buenas, porque si no, ¿qué pasaría con sus hijos? Por ellos en verdad gastaban mucho dinero, pero cuando el volcán explotó nadie alcanzó nada y unos se quedaron como roca y otros como momias. Quedaron flacuchos y huesudos por no haber comido en mil años.

—Pero ¿por qué aquí no nos pasan esas cosas?

—Porque estamos rodeados de rocas, no hay volcanes aquí cerca ni podemos tener inundaciones ni terremotos.

—Pero ¿por qué no hay volcanes?, yo quiero ver uno.

—Pues si vas a un planeta que queda aquí cerca que se llama Venus, podrás verlos, pero tienes que ir en un cohete como los astronautas, y todavía no tienes edad para viajar en esos cohetes y no hay adulto que quiera acompañarte.

—Pero claro que sí, tengo a Karín, que es el gato más gordo, que puede aplastar a mil elefantes, y a ti también te tengo muy bien mamá.

—Pero hija, yo no puedo ir a esos viajes, yo no sé conducir esas cosas, ya me despidieron de mi trabajo de astronauta porque explotaste el combustible del cohete que iba hacia Marte.

—¿Pero quién necesitaba combustible? Además fue un accidente, no volverá a pasar.

—Lo siento hija, pero yo ya estoy muy avergonzada por lo que pasó.

—Por favor mamá.

—Bueno hija, podemos ir, pero no me avergüences otra vez.

—¿Podemos llevar a Karín?

—Está bien, pero ponle algo que lo proteja para que no rompa la gran nave con sus uñas, porque puede romper la bolsa de aire y se puede terminar la comida.

—Bueno mamá. Pero mejor vamos a Pompeya, está más cerca.

—Bueno hija, vamos.

—¡Iremos a Pompeya, iremos a Pompeya!

* * *

—Mira, aquí está los que se han encontrado muertos, ¿quieres verlos?

—¡Ay Dios, quedaron muy feos! ¿Qué podré hacer para ayudarlos?

—Sólo rezar para que estén en el cielo. Fue una ciudad muy rica, que ayudaba a los pobres, y existía una persona que compartía su dinero: Nayareth. Era de Pompeya y era muy feliz, todo compartía, y cuando lo hacía todos decían: ¡viva Nayareth! Entonces ella era muy feliz, pero murió por haber trepado hacia el volcán porque quería ver una cosa muy grande y quería alcanzar unas flores. Ella murió, pero dicen que su alma todavía está cerca de Pompeya y del volcán, y junto con todos sigue en una nueva vida en el cielo.

—¿Pero no les duele ir hasta allá?

—No, lo que duele es cuando te portas mal: te vas con el ángel malo, no te da agua, te da latigazos, te da la vida más terrible, pero Pompeya está en el cielo, fue una ciudad muy recordada, muy rica e importante, tienes que creerlo.

—Bueno, podemos regresar ya a casa, quiero dormir.

—Está bien. Conductor, conductor: a San Luis Potosí por favor. Andrea ¿te divertiste mucho en Pompeya?

—Sí mamá, fue lo mejor de la vida, pero ya tengo mucho sueño, tanta investigación me dio mucho sueño.

—¡Ésa es mi niña!, la que sabe todo lo que se siente cuando uno hace investigaciones.

—Bueno, vamos a dormir, mañana volveremos a platicar sobre Pompeya.

* * *

—¡Mamá, mamá, despierta! Llegó una mujer que está blanca y atraviesa las paredes, está sentada en mi cuarto y dice que está muy bien en Pompeya, dice que se llama Nayareth.

—Te dije que si confiabas en ella la verías en tus sueños y luego en realidad.

—Oye mamá, ¿por qué no puedo ir a jugar con Nayareth?

—Porque es un fantasma, los señores te dirán loca si te ven con ella.

—Por favor mamá, nos divertiremos mucho, sabes que ella también hacía cuentos como yo.

—Bueno hija, ve con ella y vienes a desayunar.


Andrea Martínez Jiménez
11 de julio de 2007

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