El árbol y el angelito



En el jardín estaba el árbol de zapotes que todos querían y vivió 100 años de amor, pero el angelito malo, muy mal portado, enojado de que todos estuvieran felices, mandó un viento malo, malo, que se estaba llevando al gran árbol que era tan bonito.

El angelito malo se lo llevó y puso uno de goma. Se sentía su gomeza, no había nada que lo tuviera derecho.

Todos tristes estábamos, pero uno enojadote, que hacía que el angelito malo estuviera saltando de felicidad, porque odiaba ese árbol, creyó que eso era estúpido, y que el árbol no daba nada de felicidad, pero en verdad sí la daba porque el árbol era especial y muy tibio. En cambio el otro no era tibio porque sentíamos su gomeza. Entonces tomamos unos aviones prestados, y por fin llegamos a la gran torre del angelito malo:

—¡Eh, angelito, suelta nuestro árbol!

—¡No, porque es mío, lo voy a despedazar!

—¡No, es importante, da felicidad!

—¿En serio?

—¡Sí!

Y el arbolito le estaba dando felicidad al angelito malo. Entonces llegó el niño amargado, que se creía un angelito bueno y que Dios le debía mucho amor, pero en verdad estaba equivocado porque creía que lo enojado hacía feliz, aunque en verdad provocaba tristeza y amargura.

—¡Ese árbol no sirve!

—¿Qué?

—No es bueno para la vida. Lo que yo hago da felicidad, ese árbol nunca sirvió, por eso Dios me eligió como su niño favorito.

—No es cierto, lo que tú haces es amargura, tristeza para Dios y mucha molestia.

—Es cierto.

—¿Quién dijo eso?

—Yo, por supuesto.

—Yo no dije nada —dijo el angelito malo.

—¿Entonces quién?

—¡Yo, el árbol! El niño cree que tiene razón, pero lo que pasa es que está equivocado. Yo soy bonito, fuerte y amado, por eso puedo vivir.

—Pero no das felicidad.

—¡Claro que sí! Lo que yo toco lo hago bonito para que la felicidad y el amor quiten la amargura y la tristeza.

—A ver... ¡tócame!

Y el árbol tocó al niño.

—¡Es verdad! ¡Les devuelvo su árbol!

—¡Gracias, gracias!

—Niños, lo lamento —dijo el árbol—, creo que tengo una visita. Hola amigo, ¿a qué viniste?

—Vine a decirle algo a los niños: que sigan siendo buenos; y al niño malcriado: que no le debo nada y que ojalá que siga siendo bueno.

—¿Quién era? —preguntaron los niños.

—¡Era Dios!

El angelito malo le dijo al árbol:

—Te voy a plantar donde estabas para que sigas haciendo felices a todos.

—¡Gracias angelito malo!

—No sé qué me pasa, parece que me estoy pintando de blanco.

—Es que por tu ayuda te vas a convertir en un angelito bueno, con poderes naturales y alas muy bonitas.

—¡Gracias, me voy con Dios a enseñárselas!

...Y todo gracias al árbol que lo tocó con todo su amor.


Andrea Martínez Jiménez
11 de agosto de 2006

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