Cristina Viñuela - Cuyo, Mendoza (Argentina)


Quisiera comenzar mi presentación con un sincero agradecimiento a Andrea Martínez Jiménez por haberme pedido prologar su nuevo libro Un viaje a la felicidad y de permitirme estar en su presentación a través de estas palabras. Agradecimiento que se potencia si se tiene en cuenta que mi especialidad no es la literatura infantil y, en este sentido, mis comentarios se quedarán cortos.

Antes de hablar del libro que nos ocupa, quisiera hacer una consideración preliminar que enmarca y realza la importancia de La tierra es feliz con todo lo que hay y Un viaje a la felicidad.

Los libros para niños y jóvenes se han convertido en un fenómeno cultural y de venta. La edición de libros para chicos viene creciendo sin pausa desde 2002. En Argentina, por ejemplo, ese año se publicaron apenas 242 de esos textos. En 2006, se editaron 1.048 títulos. En 2008 los títulos de literatura infantil alcanzaron 1.417 según la Cámara Argentina del Libro.

Fenómeno creciente que ha motivado a las universidades a investigar sobre él. Laura Di Marzo, profesora de Castellano y Literatura especializada en literatura infantil y juvenil argentina, afirma: “Hasta la década del 90 la literatura infantil y juvenil ni siquiera se estudiaba en la Facultad, ya que se consideraba un género menor. Hoy todo eso cambió: hay cátedras, institutos dedicados a la literatura infantil, así como editoriales y autores que piensan en los chicos” (1).

Desde 1956, en Dinamarca, se otorga el Premio Hans Christian Andersen, designado con frecuencia como el "Pequeño Premio Nobel" de la narrativa infantil. Es un galardón internacional que se concede, con frecuencia bianual, como reconocimiento a una «contribución duradera a la literatura infantil y juvenil». Se confiere en dos categorías: autores e ilustradores/as. Los ganadores reciben una medalla de oro y un diploma de manos de la reina de Dinamarca.

El marketing y la promoción de esta literatura no se quedan atrás. El trabajo de las editoriales sobre los docentes es constante. Las grandes librerías tienen un sector especial para la literatura infantil, equipado incluso con muebles para que los chicos puedan sentarse o acostarse a hojear libros. Existen encuentros lúdico-narrativos en librerías y en Buenos Aires tiene lugar, desde el 2008, la Feria Infantil del Libro. Se sabe, por otra parte, que la madre de todas las ferias de libros infantiles es la que se lleva a cabo cada año en la ciudad de Bolonia, en Italia. Allí se exhiben preciosos libros y se entregan premios muy respetados.

El fenómeno de la literatura infantil comienza a germinar en jóvenes escritores. Ya no se trata de escritores adultos que escriben para niños y jóvenes, sino de niños que se adentran en la ficción y sorprenden al lector adulto. Estoy convencida que esta nueva realidad también empezará a ser estudiada desde distintas perspectivas. Soñemos pues con las posibilidades que abre el crecimiento de una literatura de chicos para chicos, de chicos para adultos y todo lo que puede enseñarnos. Como subraya la escritora Sandra Comino, autora de la novela juvenil Así en la tierra como en el cielo: “Los niños son niños, no tontos, aunque muchos no se hayan dado cuenta” (2).

La tierra es feliz con todo lo que hay y Un viaje a la felicidad son claros ejemplos de esta nueva realidad que se va imponiendo. La tierra es feliz con todo lo que hay cayó en mis manos en un viaje de Passau a Munich (Alemania 2009) donde me encontraba asistiendo a un congreso literario. Me atrapó de tal manera que lo leí de un tirón. A medida que avanzaba en su lectura me sorprendieron especialmente dos cosas: la profundidad con que la pequeña escritora manifiesta realidades humanas que otros autores han logrado expresar en la madurez de su obra y el espíritu de alegría que recorre cada una de sus páginas.

Ya en mi país me serví de varias de sus poesías en los seminarios que dicto en una Facultad de Ciencias Biomédicas dirigidos a médicos y enfermeras. El Jefe del Servicio de Terapia intensiva pediátrica, persona y profesional de gran sensibilidad, se emocionó especialmente con aquel poema titulado Perdona a tu corazón. Allí suavemente Andrea nos sugiere el no fácil camino de saberse perdonar, camino que si no se recorre nos lleva a derroteros de frustración y endurecimiento. También llamó la atención las ilustraciones y a más de uno le recordó El principito de Saint Exupery.

El índice de Un viaje a la felicidad nos informa de un conjunto de poesías y cuentos articulados en torno a la edad de redacción: seis, siete, ocho y nueve años. Una característica común recorre cada una de estas páginas. Si se puede afirmar que cada obra literaria representa una forma de mirar el mundo que tiene ese autor, en este libro la mirada de nuestra pequeña escritora es de una inocencia que penetra todo el texto.

Se aprecian unos ojos que saben descubrir la belleza que reside en las cosas, la bondad que puede florecer en las personas y en la naturaleza. Incluso del mal puede darse el camino al bien. Aquí la pequeña Andrea no deja de sorprendernos puesto que no presenta un mundo dual o maniqueo: lo bueno o lo malo, enfrentados e irreconciliables, sino lo bueno que alcanza lo mejor y lo malo con posibilidades de convertirse en bueno como sucede en El arbolito chueco.

La inocencia a la que me refería se respira en todas las circunstancias. A los ocho años escribió dos poesías con la misma temática: “Perdona a tu corazón” (La tierra es feliz con todo lo que hay) y “La flecha de cupido me atravesó el corazón” (Un viaje a la felicidad)) donde se revela el amor y también lo que mata ese amor. Es una inocencia que experimenta el egoísmo que no sabe de correspondencias.

Aunque podría seguir destacando otros muchos aspectos – a propósito he señalado cosas distintas al texto impreso en la edición que hoy se presenta – quisiera poner el foco, a modo de cierre, en la poesía “Recuerda a tu infancia”. Todos sabemos la importancia que tienen los recuerdos de infancia. A tal punto que dentro del llamado género autobiográfico hay quienes afirman que este aspecto tiene categoría de subgénero dentro del género.

Esta poesía encierra una gran sabiduría que adquiere la forma de advertencia. El tema de la misma invita a guardar en la memoria el recuerdo de un Dios bueno y paternal. Qué duda cabe que la experiencia de Dios en la etapa de la niñez encierra un candor que sería loable conservar en la madurez. Sobre todo en el momento más difícil para cada uno: cuando tengamos que afrontar la propia muerte. Allí Andrea nos dice:

No pierdas el amor
Ni la confianza hoy,
Dios te va a librar,
El te va a ayudar
Y El te va a querer (…)
Tú siempre debes confiar en Dios,
nada malo te pasará hoy
y siempre podrás ver
aquella cosa especial
que hay en el cielo
y que brillará por siempre.

Si comencé mis palabras agradeciendo, quisiera terminar felicitando a la autora por este su nuevo libro. Por lo que nos deja, por lo que nos sugiere, por la felicidad que nos da. Y para que su ejemplo cunda entre sus amigos como cuando nos dice:

“Yo tuve un sueño: tener un trabajo de niña. Tú también puedes lograrlo, no tiene que ser perfecto, se necesita solo imaginación. Di cosas graciosas, escribe algo, dibuja, haz algo que a todos los niños les encanta, no se necesita alguien muy especial: se necesita sólo la diversión.

Justamente yo mostré los sentimientos de los que conozco, animé a los que estaban tristes para que no tuvieran su corazón roto. Espero que todos los niños del mundo se animen a crear y entiendan lo especial que son en la vida y que si tienen un sueño en la vida no lo abandonen, que tengan valentía de hacer lo que quieren” (3).
Cristina Viñuela
Doctora en Filología
Profesora de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza (Argentina)

Notas:

(1) Folgarait, Alejandra. “Letras para chicos y no tanto”, adnCULTURA, Revista cultural de los sábados del diario La Nación, sábado 2 de agosto 2008, p.5.

(2) Ibidem.

(3) Martínez Jiménez, Andrea. La tierra es feliz con todo lo que hay. San Luís Potosí, México, ed. de Autor, 2008, pág.130.

 
 

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